La reina del selfi, monumento a la mujer pescadora

¿Cuántas fotos se pueden haber hecho del monumento a la pescadora en Puerto de la Cruz? Seguramente más de las que podamos imaginar. Sin duda, la escultura de Julio Nieto se ha convertido en uno de los lugares más fotografiados por visitantes pero también por personas residentes en la comarca a su paso por el muelle. Realizada en bronce, lleva instalada desde el año 2008, dando la bienvenida a todos los que pasean por el centro de la ciudad como insólita anfitriona.

¿Su atractivo? “Influye mucho que sea una pieza que no tiene un pedestal”. Es decir, “al ser una figura humana, que está a ras del suelo y que no tiene un impedimento o barrera de ninguna clase para acercarse, invita a hacerte una foto”, nos cuenta su autor allí cerca, donde acude asiduamente a darse un chapuzón, siendo como es prácticamente vecino de Puerto de la Cruz. 

Como dijo Richard Serra (San Francisco, 1939) tras ser reconocido en 2010 con el premio Príncipe de Asturias de las Artes: lo que hace diferente y única cada obra es “dónde va a estar situada” y cómo van a relacionarse las personas con ella. Muchos son los museos y espacios de arte que llevan años hablando de romper las barreras físicas y multiplicar el contacto de la obra con el público. En el caso del homenaje a la mujer pescadora puede decirse que lo ha conseguido ‘sola’, de manera natural, dice Julio, quien también espera que parte de su éxito fotográfico sea porque “guste la pieza un poco”, teniendo en cuenta además que realizó la escultura por encargo del Club de Leones de Puerto de la Cruz y se pudo materializar con la colaboración popular y del Ayuntamiento. 

Y es que la gracia o encanto de esta obra también se aprecia en su expresión y movimiento. Quienes se acercan a ella casi pueden escucharla pregonando “Haaayyyy caballa, pescado pulpoooooooo”, como hacían tradicionalmente “aquellas señoras que iban por la calle a vender el pescado”, mujeres que desarrollaron una labor importante en una ciudad cuya actividad económica ha estado durante siglos ligada a la pesca y a las que se rinde tributo con esta obra. 

Cuenta Julio que “de todas las bocas posibles”, la que labró para la pescadora le parece “la más sensual de todas y además obedece a una imagen real”. Pero este detalle también esconde un deseo pendiente del artista: una pieza con la que poder interactuar o, por qué no, jugar, “donde tú puedas hacer un rollito con un mensaje y lanzarlo dentro, donde puedas echar un céntimo pensando en no sé qué deseo o lo que sea”. En cierta forma, bajo ese anhelo, Julio cree que le influyeron vivencias de su juventud con la escultura de Fray Juan de Zumárraga, situada en el parque de Ezkurdi, en su Durango natal, a la que siempre se le hacía “la típica broma de ponerle en los labios un cigarro”. “Entonces, cuando hice la pieza de la pescadora pensé, voy a dejar la boca abierta, que se puedan meter cosas en el interior”, nos explica.

Un deseo hecho realidad que ha descubierto recientemente de manera inesperada. El pasado año, una excavadora que estaba realizando trabajos de mantenimiento en el muelle de Puerto de la Cruz chocó con la escultura y la levantó del suelo. “No le llegó a pasar nada a la pieza en sí misma, pero al arrancarla, tuvimos que cambiarle la barra de acero que tiene en el interior, la que le da estabilidad en esa postura porque está apoyada solamente en dos puntos”. 

Al cortar la pieza en el taller para hacer la fijación, Julio encontró que estaba llena de monedas “que parecían de hace cien años, fundidas unas con las otras por efecto del salitre del mar”. “Por el hecho de haber sucedido el accidente descubrimos cuánta gente había, de alguna manera, guardado dentro algún tipo de intención”. Una feliz anécdota que su autor espera ver continuada y convertida en traición. Al igual que retratarse, “si no te haces un selfi con ella, parece que no has estado en el Puerto”.

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